Especulador

Lo confieso, me considero un especulador.

Esta declaración habrá bastado para que muchos no sigan leyendo, pues la dictadura de lo políticamente correcto ha asociado el término “especular” al origen de todos los males que periódicamente sufre la economía: Los especuladores serían “los malos de la película” y nadie podría ser más ruin moralmente que quien es o se considera especulador.

Pero, ¿es correcta esta valoración del especulador como una encarnación del mal?

Cebollas en Chicago

Había una vez, hace mucho tiempo (no tanto, en 1958) un Gobernador en el Estado de Michigan alarmado por los “potenciales peligros de la especulación” para los productores de cebollas. Con la intención de evitar dichos males esperados (los socialistas siempre parecen tener buenas intenciones), prohibió la creación de un mercado de derivados abierto donde agricultores y especuladores pudieran intercambiar libremente (a través de contratos de futuros) el riesgo futuro del precio de las cebollas.

¿Qué ocurrió? Si la subida del 100% del precio del petróleo en 2007-08 desde los 70$ hasta los 140$ nos pareció espectacular, intentad imaginar qué ocurrió con el precio de las cebollas en un periodo de tiempo similar tras la prohibición de negociar futuros sobre ellas: ¡Su precio subió más de un 400%, para caer después un 96%! Al carecer de especuladores a los que transferir el riesgo, los precios no podían absorber los impredecibles choques externos de oferta y demanda, generando picos de precios tanto al alza como a la baja que hacían imposible para un agricultor en sus cabales dedicarse a cultivar cebollas con tanta incertidumbre en su resultado final.

Entonces, los agricultores y lobbies que habían empujado al Gobernador de Michigan a prohibir un mercado de futuros tuvieron que echar marcha atrás y reconocer su papel fundamentalmente necesario. Resultó que los efectos de los especuladores buscando asumir (con la esperanza siempre de conseguir un beneficio propio) los riesgos que no quieren los productores, amortiguaban con su actividad las fluctuaciones de precios haciéndolos más estables y permitiendo una mejor planificación en toda la economía.

Especuladores necesarios

El ejemplo de las cebollas es extendible a cualquier otro mercado de bienes y servicios. Ningún sistema económico, como ninguna otra actividad humana, podría sobrevivir sin la especulación. Persiguiendo su propio beneficio, los especuladores proporcionan una liquidez y distribución del riesgo imprescindible para el resto de la sociedad. Si no hubieran especuladores en el mercado de futuros de Chicago, ¿cómo conseguiría transferir el productor de café el riesgo de precio sobre su cosecha futura que no quiere asumir? ¿Debería “el gobierno” establecer los precios futuros de todos los productos para eliminar así el riesgo? El economista de la escuela austríaca Ludwig von Mises describió en “La Acción Humana” lo imprescindibles y necesarios que son los especuladores para engrasar toda economía:

1.- Sin especulación no puede haber actividad económica más allá del inmediato presente.

2.- La especulación enlaza la acción aislada del individuo con la actividad económica de la sociedad.

3.- La especulación en el sistema capitalista ejecuta una función que debe ser implementada en cualquier sistema económico organizado: proporcionar un ajuste entre la oferta y la demanda a lo largo del espacio y el tiempo. La especulación desarrolla un servicio económico que no puede ser eliminado de ningún sistema económico ni ser sustituido por cualquier plan gubernamental.

4.- Cada acción en el mundo es una especulación, guiada por una opinión definida con respecto a la condiciones inciertas del futuro.

5.- La influencia de la especulación no puede alterar los precios más allá de un periodo dado. Lo que puede hacer es disminuir la distancia entre los precios máximos y los mínimos. Las fluctuaciones en los precios se reducen por efecto de la especulación, al contrario de la creencia popular opuesta (por ejemplo, cuando se establecen precios máximos y se disparan los precios del inevitable mercado negro que se crea en paralelo al oficial).

6.- La especulación anticipa futuros cambios en los precios. Su función económica consiste en nivelar las diferencias de precios entre diferentes lugares y momentos y, a través de la presión que ejercen sobre los precios, adaptar la demanda a la oferta.

Todos somos especuladores

El punto 4 es especialmente revelador: En última instancia, en un entorno de constante incertidumbre material, económica y social, todos somos especuladores forzosos. Diariamente, de entre varias opciones, hay que elegir una, generalmente sin contar con toda la información y muchas veces sin saber las consecuencias últimas de elegir entre ellas. Por ejemplo, ¿quién no ha pospuesto alguna vez sus compras de ropa esperando a las rebajas porque espera encontrar precios mejores? ¿O comprar justo después de Reyes los adornos navideños por precios regalados? Algunas decisiones son más importantes que otras, y las analizamos en profundidad. ¿Qué carrera estudiar? ¿Invertiré en este fondo de pensiones? ¿Qué tipo de seguro médico me conviene? Otras son tan triviales como elegir qué película veremos el viernes o elegir qué cenaremos esta noche.

Dar el paso de especulador forzoso —todos en la vida— a especulador profesional —buscar riesgo para intentar convertirlo (sin garantías) en una fuente de ingresos— no implica alcanzar unos objetivos o hacerse rico. De hecho, la inmensa mayoría que lo intenta fracasa. Reconocer que la realidad es impredecible y que hay muy pocos factores que podemos controlar no lleva automáticamente al éxito; es simplemente la premisa básica necesaria para empezar de forma realista a actuar en el mundo.

Aún así, podemos intentarlo toda nuestra vida, con aproximaciones correctas y mucho trabajo y esfuerzo, y no conseguirlo. Y aunque nuestra sociedad aún relacione de forma naïf éxito con capacidad y esfuerzo —sin dejar hueco a los caprichos del azar en el proceso— muchas veces es la simple suerte la que nos separa de realizar nuestros objetivos.

Al asumir riesgo activamente, habremos salido al encuentro de la impredecible vida. En lugar de esperar pasiva e inútilmente en el sofá a que sea la vida y todo lo que nos puede ofrecer —bueno y malo— la que venga y «nos pase» a nosotros, somos nosotros los que salimos a comernos la vida. Con todas sus consecuencias.

Leave a Reply

Your email address will not be published.*