[The Bola News — Madrid, 28 de diciembre de 2019]
Paco Simplón (nombre ficticio para proteger su identidad), vecino de una pedanía próxima a Albacete, ha recibido críticas por lo que algunos de sus amigos más próximos llaman «creencias arcaicas y ridículas».
Si bien la mayoría de los adultos han madurado lo suficiente como para descartar estúpidas y contradictorias ideas infantiles como los Reyes Magos o Papá Noël, Simplón todavía se aferra a la fe en la existencia de un gobierno bueno, justo, todopoderoso y beneficioso para sus ciudadanos.
«Solo sé que aquí en el Congreso hay buenas personas, elegidos democráticamente por su honestidad, bondad, sabiduría, respeto por la justicia, capacidad de trabajo y sacrificio por el prójimo», dijo. «Es posible que no pueda nombrarlos o demostrar su existencia, pero sé que están allí, tras los leones, trabajando duramente por todos nosotros. Es como el viento: no puedo verlo, pero puedo sentirlo».
Simplón se ha desplazado con su familia hasta Madrid para rezar todos los días frente al Congreso de los Diputados pidiéndole a «Papá Estado» que solucione todas las injusticias y problemas, pero también para que de una vez por todas le otorguemos al gobierno el poder absoluto que necesita para arreglarlo todo.
Efectivamente, Simplón ha leído incontables artículos en la prensa oficial sobre cómo la Humanidad sólo necesita más Estado para ascender al nivel de bienestar y justicia social absoluto: «Lo dicen los expertos a diario; ¿cómo la gente sigue resistiéndose? Cuanto más centralizado esté el poder y más decisiones tomen unos pocos seres superiores, mejor se organizará la economía y la sociedad. ¡Tenemos que dejar que nos arreglen los problemas, no podemos seguir así, con cada uno intentando buscarse la vida por su lado como puede! Tenemos una responsabilidad para con las generaciones futuras de dejarles un mundo perfectamente igualitario y justo»; dijo mientras acariciaba el pelo de uno de sus hijos.
La creencia en un gobierno bondadoso, omnisciente y todopoderoso que, eliminando inevitablemente las libertades individuales y dirigiendo todas las decisiones de las personas conseguiría el mayor bienestar para el mayor número de ciudadanos, fue muy popular durante el pasado siglo XX. Sin embargo, su imposibilidad teórica de implementación, la ausencia de un solo caso de éxito y los más de cien millones de personas asesinadas por Estados cada vez más poderosos, refutaron la idea de que un gobierno pudiera ser a la vez crecientemente poderoso y resultar beneficioso para sus ciudadanos.
A pesar de ello, todavía son muchos los que, como Simplón, siguen fieles a esa extraña fe consistente en que un grupo de hombres y mujeres —habitualmente psicópatas funcionales capaces de mentir, contradecirse y traicionarse unos a otros cada cinco minutos— interesados sólo por alcanzar y conservar el poder a cualquier coste, puedan resultar no sólo de ayuda al resto de ciudadanos, sino conservar en su camino al poder un ápice de bondad o ética en sus corazones.
A pesar de no haber podido hablar aún con ningún diputado, Simplón y su familia no se desaniman y se aferran a su fe acampados frente al Congreso de los Diputados: «Ellos son buenos y mejores que nosotros; saben mucho más de lo que podamos nunca llegar a saber cada uno de nosotros. Rezo porque si todos entregamos nuestras vidas al Estado y dejamos de intentar solucionar por nosotros mismos nuestros problemas; tendremos por fin igualdad, no habrá más injusticias, nadie pasará hambre ni privaciones y la vida será maravillosa».
Al ser cuestionado para este medio, un diputado que ha preferido mantener su anonimato ha comentado: «No entiendo cómo puede aún quedar gente que no vea que la solución a todos los problemas sólo puede venir de darnos cada vez más poder a nosotros. Todos deberíais hacer como Paco Simplón y tomar ejemplo de su heroica iniciativa. Si no renunciáis a vuestras libertades y a la perniciosa individualidad con la que tanto daño os hacéis a vosotros mismos y tanto daño hacéis a los demás y al planeta (los políticos sabemos mejor que vosotros lo que más os conviene a vosotros y al mundo; que sois un peligro si se os deja a vuestro libre albedrío…), ¿cómo vamos a ser capaces de arreglar los problemas y alcanzar la utopía que sólo nosotros podemos daros?».
«No estoy sólo: Los jóvenes sin experiencia ni conocimientos, pero con buenas intenciones y que no han caído en la trampa de leer libros de Historia, están conmigo y apoyan en número creciente mi fe. En cuanto se baje la edad mínima para votar a los 16 años, estoy seguro de que un gobierno con poderes absolutos no tardará en instaurarse, por fin. Esta vez será un gobierno mundial y …esta vez funcionará.», concluyó Simplón triunfante. ♦